miércoles

CRIÓNICA

Es por poco que no puedo entrar el en frigorífico,
y cerrar la puerta para ver bajo una luz azulada
dos docenas de huevos y salsas caducadas sin abrir,
escuchando a mi familia discutir, comer a mediodía,
con la piel enrojecida de ternera y un alivio de agosto
que muestra su fea cara de dictador témpano de hielo
aguijonea el alma de las noches en que es demasiado tarde
y desarrapada en la calle muerta y todavía lejos de casa
o de la cama del amor o del calor de algunos cuerpos
puedo gritar con horror oh dios un tomate que habla
con el crecimiento cristalino hipertrófico en las sienes
dentelleando a través del cerebro su guadaña helada,
copulando con el dolor mientras la sangre se dilata
y abre fallas en mis pliegues en mi lágrimal marmolino
en mis uñas tumefactas en el cabello de estrellas azules
y en los huesos que vibran su metáfisis como diapasones
electro-compulsivamente muriendo en mi cámara blanca
y después de algunos años despertar albina y desnuda y
anfetamínica famélica fluor e indiferente pasear los parques
las mismas calles sus casas con los mismos corazones dentro
reirme con los dientes blancos y decir no lo hagáis en casa.

Callados como putas:

castígame con tu indiferencia.