miércoles
AMORES REÑIDOS
umbilical
La mejor persona que soy no es mía, va de la mano de quién le viene en gana, viene con una claridad alucinógena. Advierte que sólo se quedará un rato, sólo a veces está cuando hace falta. Casi nunca si la llamo. Normalmente por la espalda -un escalofrío eléctrico. Rara vez me deja seguirle la pista.
La mejor la he sido al final de algún vaso, en una tarde a la que presté una atención sin prisas, en una fórmula con la poesía justa, a través un argumento claro, con esa canción esa noche que vino ella, la que yo no estaba apenas cansada. El vestido negro sin un arruga. Con un saber estar que me sorprende. Estaba entonces esa excelencia de mí que es ella, porque la yo no respondo, entre bambalinas: apuntadora sibilina. Servidora.
A la mejor le pongo excusas de continuo. Soy incapaz de comprometerme siquiera con ella, de garantizarle que me portaré bien para que se quede siempre ¡Claro que no me merezco a la mejor persona que soy! Luego hay un silencio demoledor, una indiferencia. Una resaca. Una programa deprimente de televisión. Unos cigarros de más, una inmensa pérdida de tiempo -como ahora.
Si la trato de sacar a golpes, me reprocha la poca consciencia, la falta de constancia. Se acaba proyectando en un cómputo de Lolita bobalicona que estafa a todo el que me rodea. Me escupe el humo, se deforma y se larga con los tópicos de jarana.
Sólo vuelve después de enormes esfuerzos para que todo vuelva a estar en orden.
La mejor persona que soy no me hace caso, en definitiva. Diría que ha decidido darme un tiempo para saber en qué punto está muestra relación, yo me he venido a casa de mis padres. No creo que se deje caer.
Seguramente sea culpa mía.
Yo me paso la vida deseándola pero, al fin y al cabo, ella no puede vivir sin mí.
La mejor la he sido al final de algún vaso, en una tarde a la que presté una atención sin prisas, en una fórmula con la poesía justa, a través un argumento claro, con esa canción esa noche que vino ella, la que yo no estaba apenas cansada. El vestido negro sin un arruga. Con un saber estar que me sorprende. Estaba entonces esa excelencia de mí que es ella, porque la yo no respondo, entre bambalinas: apuntadora sibilina. Servidora.
A la mejor le pongo excusas de continuo. Soy incapaz de comprometerme siquiera con ella, de garantizarle que me portaré bien para que se quede siempre ¡Claro que no me merezco a la mejor persona que soy! Luego hay un silencio demoledor, una indiferencia. Una resaca. Una programa deprimente de televisión. Unos cigarros de más, una inmensa pérdida de tiempo -como ahora.
Si la trato de sacar a golpes, me reprocha la poca consciencia, la falta de constancia. Se acaba proyectando en un cómputo de Lolita bobalicona que estafa a todo el que me rodea. Me escupe el humo, se deforma y se larga con los tópicos de jarana.
Sólo vuelve después de enormes esfuerzos para que todo vuelva a estar en orden.
La mejor persona que soy no me hace caso, en definitiva. Diría que ha decidido darme un tiempo para saber en qué punto está muestra relación, yo me he venido a casa de mis padres. No creo que se deje caer.
Seguramente sea culpa mía.
Yo me paso la vida deseándola pero, al fin y al cabo, ella no puede vivir sin mí.
4 tiros de piedra:
La mejor persona que soy... eso suena a concurso. Quien es el jurado?
nos designarán un jurado popular.
aunque ahora mismo nuestros abogados intentan llegar a un acuerdo amistoso.
muy bueno
"Incluso" con arrugas en el vestido negro, rumor de fondo y de telebasura y cigarros demás me gusta mucho. Me alegra releerte, M. umbilical.
Me alegra ver que el epílogo no fue epitafio de tus textos.
Un saludo,
R.
castígame con tu indiferencia.