domingo
DIARIO (2)
diario, umbilical
Miércoles 24.
(...) Escribir con el deseo de refutar todas mis teorías, mirar debajo de todos los planos de este cuadro cubista. Tengo la sospecha clara: voy a sorprenderme en mitad del mecanismo carnal, aún adolescente. Escribir con el deseo profundo de estar equivocada en todo, con este corrector último de mi naturaleza, proyecto la sombra sobre lo que no sé, que se me escapa. Con el deseo de que me violen la intimidad y me vengan a decir cuánto hay de real en esta galerada de espejos mía. Si estar tan sola me habrá conducido a las puertas del orfanato literario donde tiendo, ya seguido, a comportarme como una ficción: y qué haría mi personaje ahora, yo sé que tengo esta pregunta sepultada.
Viernes 2
(...) Y bien, ya estoy en la playa y sigo sin poder dormir. Retrasando el momento de escribir porque, simplemente, podría decir cualquier cosa: mejor ir todo el día dejando que se me vayan escapando las ideas sueltas, aparecidas de helio y de repente, por un sumidero cetáceo, desagüe en medio de la cabeza. Para poder respirar de la atolondrada insistencia de querer decir, que se deshagan todas mis palabras como algodón de azúcar, hago como que no tienen importacia. Y no. Es que no me vale cualquier cosa: tirar con instinto de los hilos, más aún, que vayan a tirar ellos de mí: marioneta encadenadísima a la idea-cometa que se eleva. Es dejarse hacer por el primero que pase.
Mal que bien. Casi. Qué desencanto.
Mi autoayuda, mis lecciones de emociones pequeñas, pasada por la pretensión de la literatura, y lógico que después sólo la pueda negar en redondo.
Cualquier movimiento pasada esta línea, cualquier cosa que escribo es un preludio eternizado sobre el hecho de sentarse a escribir, su mecanismo gramático en espiral, mi autopsia infinita o el recreo hedonista en las imágenes (mis imágenes, biombos chinos que apenas insinúan mi silueta). Y qué motivaciones, qué necesidad nuclear y no accesoria, sin más destino ahora que retrotraerme hasta el absurdo, sólo faltaba, y venir al cadalso de la noche a escribir que ya sólo escribo sobre la necesidad de escribir.
Y no, no todavía. ¡Es que ya no me vale cualquier cosa!
Callados como putas:
castígame con tu indiferencia.