sábado

EL MISTERIO

Admiro de mis padres la ternura que me provoca la foto del día de su boda -no he visto otra más que ésa-, mi madre blanquísima cargando ya conmigo y mi padre tan cerca de ella. Esa foto hortera y medio sepultada en el tiempo, que es el puro retrato del compromiso. Admiro de ellos todos los tantísimos días que me hicieron domingo la infancia, y lo hago muy en silencio, por toda su educación tibia, a velocidad de crucero y medio improvisada.

Tienen el misterio enorme de la familia clase media, la forma de mesarse los cabellos, de perder los nervios siempre saldada atando corto el histerismo a favor del reposo. Todas sus formas de camadería . El lecho de intimidad que hicieron para sus valores, casi todos con opción a paréntesis, sin el menor circunloquio, sin aspaviento ninguno, con la persiana medio echada.

Toda la dificultad, toda contra el instinto del Mediterráneo entero. Admiro mucho que hayan conseguido que yo sepa esto mediante chicuelinas. Su método indescifrable para saber guardar los tiempos, lo adecuado de sus renuncias. Su mansa desesperación. Y la forma en que se admiran entre ellos, con absoluta naturalidad sorprenderlos todavía abrazados. La seducción torpe que hay en mis 22 años de su carrera de fondo.
La manera sigilosa en que me fecundaron un sentido del hogar, para que esté en ellos, definitivamente, la raíz de mi futuro, de un deseo furtivo de familia que tengo a veces. Mi deseo fundado en la razón de los locos.

Callados como putas:

castígame con tu indiferencia.