viernes

MADRIGUERA


¡Ahora ve a encontrarte con tu maravilloso destino!

Clarice Lispector

Se me abren las carnes puntualmente cada mes sobre los afilados números rojos de la gran deuda. La deuda interna, biológica, la que se ufana en la posibilidad de que mi vientre plano no es mío. En la tierna coacción de llamarme a filas,
- Dios te va a soplar por el ombligo y hará de ti una tripa hinchada y trascendente, lo mismo que a todas.
La cúpula hiperboloide, la trompa de falopio tirirando bajo una bóveda de Tiziano con el primero de los pecados inscrito; amenaza en la sombra de los relojes la cuadratura del círculo.
En mi fantasía, abandono la adolescencia. Hoy, sólo débil, no me molesta el asedio
-este cuerpo que te duele no es tuyo,
y se me hace amable ahora esa arquitectura con solución de dentro a fuera.

Qué bien. Me acuna este espejismo cóncavo:
¡Este covacho embustero!
 Delante del cuadro de Escher se engendra el número áureo, una criatura abriéndose como una muñequita rusa en otra misma criatura que sentar chiquita al borde del taburete. Muy al borde. Delegar los pinceles adentro, al gesto desprendido de la carne del ombligo, nunca a los otros que no son yo (muñequita) y yo (muñequita).
Con toda la mezquindad de la madre cálida, abrillanto el espejo encarnado en tus mejillas suaves, te escribo en la frente mis palabras favoritas, voy a uncirte con mis óleos y guardarte con gasa blanca en la vitrina de nuestra casa blanca y solariega.
- Luego voy a enseñarte a sufrir y así todo va a tener sentido, retrato secreto de Dorian Gray.
Para restituirme el himen del progreso, y nunca nunca volver a hablar con desconocidos, vivir reposada. Como el natural mecanismo de la humanidad, el símbolo de infinito se besa en el centro de sus alas de mariposa, en su armonía perfecta.

Callados como putas:

castígame con tu indiferencia.