sábado

LA FALTA DE COSTUMBRE


Volvimos al silencio, inmóviles.
-Te quiero -le dije-, pero no quiero esta ciudad, esta vida, este trabajo que tengo. Voy a hacer algo, voy a irme.
-No te irás nunca -me cortó, no sé si despectiva o fatalista.
-Quizá no me vaya nunca. Soy cobarde. Pero, en todo caso, no quiero unirme a nada, a nadie. Ni siquiera a ti. Por lo menos, quiero esta libre para tener la ilusión de que puedo irme en cualquier momento.

"Las ninfas", Francisco Umbral




1
Era el bar de noche y ya llevábamos las chicas unas copas, hacíamos
lo que se hace en esas ocasiones felices: básicamente hablar,
de amor y literatura. Tan sólo hace unas horas que nos conocíamos
y era la intimidad del alcohol, llevando la voz cantante.
Hace unos meses que vino,
de la mano de un porteño, a la ciudad lejos de su familia. Nos decía,
"espero que el matrimonio no se parezca en nada a esto".
Sonreí de la ternura, no pude darle la mala noticia.
Volví, en cambio,a hablarle
de mis amigos los escritores.


2
Recuerdo a aquél que tenía
poder de convocatoria. Cuando me llamaba, yo, simplemente, iba.
No me preguntaba nada y nada más llegar
me sacaba la ropa. Empujando desde el centro, cara a la pared
(nos dábamos
la de cal, el grito de Munch,
el sudor y el esperma.
Contra la pared, hacíamos cosas que la comunidad
nunca hubiera aprobado, le ganábamos
medio metro al salón:
reformas generales.
Su mujer debía estar realmente contenta.


3
Anoche hicimos el amor.
Estábamos algo colocados y me sentía
como una adolescente en los años noventa, tenía la sangre
alterada, bajando en el torrente de la playa del 68,
reventando el asfalto. Después puso cada uno la mano
en el pecho del otro: "el monstruo está hoy encima de la cama",
me dijo. Ya no sé si sentí amor
o eran los efectos de los verdes venenos,
de las yerbas letales,
quizás, más bien,
sólo
la falta de costumbre.

Callados como putas:

castígame con tu indiferencia.